viernes, 29 de mayo de 2015

Diario del Coach - NIÑOS OBEDIENTES






Hace poco puse en marcha un proceso de coaching con una cliente que estaba desesperada ante la desobediencia de su hija de cuatro años. Entre los dos desarrollamos un plan de acción cuyas pautas paso a resumirte. En su caso tuvieron éxito y mejoraron la relación con la niña.

1. Da órdenes claras y concretas. A veces, la criatura no obedece porque no acaba de comprender qué le estamos pidiendo.

2. Evita la palabra “no” planteando alternativas en positivo. Por ejemplo, si te pide permiso para comerse una golosina, tu respuesta puede ser “lo harás después de comer”, o si quiere quedarse más tiempo viendo la tele podrías decirle “cuando termines la tarea podrás seguir viéndola otros 10 minutos”.

3. No hables empleando el potencial, es decir, no le digas “si recoges tu cuarto”, sino “cuando hayas recogido tu cuarto”… Da por hecho que cumplirá tu orden sí o sí.

4. Sé consecuente tanto si prometes una recompensa como un castigo. La cliente de la que te hablé comprendió que su hija no la tomaba en serio porque llegado el momento de cumplir el castigo por ser desobediente la madre se “ablandaba” y la pequeña casi siempre se iba de rositas. El resultado es de suponer…

5. Refuerza con tus palabras de reconocimiento cualquier acción correcta que ejecute tu hijo con frases como “me da mucha alegría ver que te lo has comido todo” o “me encanta la forma en la que has ordenado tus cosas”.

6. Crea la ilusión de que el niño decide, pero ten tú el control. Eso lo conseguirás dándole opciones entre las que tú deseas que escoja. Por ejemplo: “¿Quieres un plátano o una naranja?”. No le estás dando a escoger entre fruta o chuches, pero en su mente queda la idea de que ha sido su decisión.

lunes, 18 de mayo de 2015

Diario del Coach - Tratar con un "talker"





En coaching empleamos la expresión inglesa talker (“hablador”) cuando nos referimos a una persona tan extraordinariamente locuaz que puede llegar a generar rechazo en sus interlocutores dado que no para de hablar. Este rechazo está motivado por la sensación que transmite durante la conversación de que en ningún momento pone en marcha su escucha activa, es decir, de que le da igual lo que nosotros le digamos porque sencillamente “va a su rollo”. También puede dar la sensación de que nos instrumentaliza como interlocutores, y que en el fondo le trae sin cuidado si el diálogo es con nosotros o con otra persona… ¡dado que no hay diálogo!: es más bien un monólogo ante otro ser humano. Y lo más curioso: en la mayor parte de los casos el talker no es consciente de que lo es.

Las preguntas abiertas son una clave para detener su verborrea: ¿qué me quieres decir específicamente? ¿Para qué me estás contando esto? ¿A dónde quieres ir a parar? ¿Qué denominador común hay en todo lo que me estás contando? ¿Qué tiene que ver esto conmigo? ¿De qué estamos hablando realmente?

También podemos hacerle peticiones concretas: resúmeme esto en una sola palabra, dime en concreto qué necesitas, explícamelo en treinta segundos…

He llegado a la conclusión de que el talker está verbalizando su propio diálogo interno. Acaso sea interesante hacerle ver cómo nos sentimos cuando pasan los minutos y no podemos “meter baza” en la conversación dado que, por lo general, el talker es alguien a quien se puede llegar desde la emocionalidad.

Si te reconoces como talker pregúntate para qué aportas tantos datos superfluos durante la conversación, qué es lo que necesitas al hablar con otra persona.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Diario del Coach - AFRONTAMIENTO DEL DOLOR




En coaching hay una distinción entre dolor y sufrimiento: el dolor tiene una dimensión emocional porque es una reacción casi automática frente a la circunstancia que lo provoca; el sufrimiento es un estado que surge de un pensamiento más elaborado, es decir, del diálogo interno con el que interpretamos el suceso doloroso y con el que tomamos conciencia de en qué medida nos afecta. Un proceso de duelo se pasa con sufrimiento y la intervención psicológica no pretende eliminarlo. Lo que sí hace es ayudar a la persona a que exprese sus emociones de acuerdo con su personalidad.

Así, nos encontramos con quien llora de manera desconsolada y con quien, sin derramar una lágrima, padece sin aparentes signos externos por la pérdida a la que se enfrenta. En ambos casos, respeto. Nunca digas a quien esté en pleno proceso de duelo frases del tipo “el tiempo lo cura todo” porque desacreditan la legitimidad de lo que está experimentando la persona. Nos corresponde sólo acompañar, dado que compartir esa situación alivia por una mera cuestión de solidaridad.

Cuando es un grupo el que se enfrenta al duelo, bien sea una familia entera o las víctimas de un accidente, por ejemplo, es preciso evitar el peligro de que se diluya la personalización de los sentimientos, es decir, de que se trate a todos por igual sin tener en cuenta las características de cada cual.


El coaching proporciona recursos internos para afrontar la situación. Por eso te invito a que si estás pasando por una pérdida experimentes el coaching como complemento a una posible terapia psicológica o al apoyo espiritual en caso de que seas creyente para integrar de una manera más eficaz el consuelo que todo ello te brinda.

Diario del Coach - VICTIMISMO

Si conoces a alguien que, le pase lo que le pase, le echa de manera sistemática la culpa a otra persona o a las circunstancias, o que es incapaz de reconocer su propia responsabilidad sobre lo que le sucede, probablemente estés ante lo que en coaching denominamos una persona victimista. El inconveniente de tratar con alguien así es que su estado de ánimo, por lo general plagado de pesimismo, puede resultar contagioso si no sabes cómo gestionar la relación.

Ante todo, presta atención a sus quejas sólo durante unos minutos. De lo contrario, corres el riesgo de que su discurso se vuelva interminable y termines adoptando una postura de salvador aportando soluciones que con toda probabilidad no le van a servir porque requerirían que tomara decisiones abandonando así la zona de confort en la que se ha instalado. Ten en cuenta que la persona victimista, en el fondo, persigue que alguien le haga el trabajo que no tiene disposición de desempeñar, y que además se siente mejor haciéndote sentir culpable si te niegas a acceder a sus requerimientos. Esto es lo que convierte la relación en tóxica.


En algún momento de la conversación puedes hacerle preguntas de desafío como ¿de qué forma estás contribuyendo tú a que esto suceda?, ¿qué sí puedes hacer?, ¿para qué me cuentas esto?, ¿qué necesitas específicamente?, ¿cuál sería tu primer paso si supieras que la solución depende exclusivamente de ti? Después te callas y dejas que piense.
De hecho, es así como actuamos cuando en un proceso de coaching nos encontramos con un cliente que adopta este rol.


Un cambio significativo en su vida consiste en tomar conciencia de que es protagonista de sus decisiones, y que es capaz de elegir.