En coaching empleamos la expresión inglesa talker (“hablador”) cuando
nos referimos a una persona tan extraordinariamente locuaz que puede
llegar a generar rechazo en sus interlocutores dado que no para de
hablar. Este rechazo está motivado por la sensación que transmite
durante la conversación de que en ningún momento pone en marcha su
escucha activa, es decir, de que le da igual lo que nosotros le digamos
porque sencillamente “va a su rollo”. También puede dar la sensación de
que nos instrumentaliza como interlocutores, y que en el fondo le trae
sin cuidado si el diálogo es con nosotros o con otra persona… ¡dado que
no hay diálogo!: es más bien un monólogo ante otro ser humano. Y lo más
curioso: en la mayor parte de los casos el talker no es consciente de
que lo es.
Las preguntas abiertas son una clave para detener su verborrea: ¿qué
me quieres decir específicamente? ¿Para qué me estás contando esto? ¿A
dónde quieres ir a parar? ¿Qué denominador común hay en todo lo que me
estás contando? ¿Qué tiene que ver esto conmigo? ¿De qué estamos
hablando realmente?
También podemos hacerle peticiones concretas: resúmeme esto en una
sola palabra, dime en concreto qué necesitas, explícamelo en treinta
segundos…
He llegado a la conclusión de que el talker está verbalizando su propio diálogo interno. Acaso sea interesante hacerle ver cómo nos sentimos cuando pasan los minutos y no podemos “meter baza” en la conversación dado que, por lo general, el talker es alguien a quien se puede llegar desde la emocionalidad.
Si te reconoces como talker pregúntate para qué aportas tantos datos
superfluos durante la conversación, qué es lo que necesitas al hablar
con otra persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.